martes, 28 de enero de 2014

Unos apuntes sobre barcos griegos (I)

Unos apuntes sobre barcos griegos (I)

A lo largo de todos los años que estuve navegando, coleccioné varias observaciones sobre detalles que viví, relacionados con los barcos de esta bandera. Aunque ya sé que no se pueden hacer extensivos casos particulares a algo que incluya a todos los buques de bandera griega o tripulados por griegos, sí me hicieron bastante crítico con los modos y maneras de entender la navegación por parte de los mencionados. Podría referirme a esos grandes naufragios (“Salem”, “Aegean Sea” en Coruña,  etcétera) en los que casi siempre hay mandos o tripulación griega, sin tener que recurrir al más reciente, en España, del “Prestige”, aunque sea opinable en este último caso la conducta del Capitán.



En general, y salvo excepciones, creo no soy el único que los ha considerado en cierto modo, y no quisiera generalizar, como eternos piratas de la mar. En la época a que me refiero, en muchos barcos griegos los Oficiales eran marineros, más destacados, pero sin los estudios ni certificados exigidos en otros países. Por lo que tengo entendido, hoy día las leyes marítimas internacionales obligan a una asignación más rigurosa para desempeñar una plaza de Oficial.  

He tenido experiencias de todo tipo, tanto en los tiempos en que navegaba, como ya en tierra de Capitán de Dique en un Astillero, y es lo que querría poder plasmar en unas cuantas pinceladas. Hay unos hechos incontrovertibles, sobre la conducta de Armadores griegos en Astilleros españoles: en Cádiz, con mi hermano Luis como  Director de aquellos Astilleros, me comentó muchas veces que en los barcos griegos no se empezaba la reparación hasta que presentaban las garantías bancarias apropiadas. Y en mi caso, en Astilleros de Santander, fueron varias las navieras de esta bandera que no abonaron el importe de sus reparaciones y hubo necesidad de acudir a los Tribunales de Londres, con largos y costosos juicios. 



Navegando como Capitán de un Buque Frigorífico desde la costa inglesa a Holanda, cruzando el Canal de la Mancha en sentido perpendicular al tráfico habitual, que fluye normalmente en dirección Norte-Sur. Nada más salir de Dover, me encontré con una ingente masa de barcos que venían hacia el Sur, por mi banda de Babor. Todavía no estaban en vigor los canales de separación de tráfico, que se impusieron más tarde, y por tanto había que ir gobernando con arreglo al Reglamento de Abordajes sin más. Pues bien, de toda esa masa de barcos que me venían por Babor, comprobé que, como era lógico, prácticamente todos gobernaban a pasarme por la Popa. Pero todos no… hubo uno que seguía a su rumbo tan tranquilo, hasta que a última hora, y al ver que no lo modificaba, me obligó a maniobrar. Cuando lo tuve cerca comprobé lo que me temía: era griego.



En otra ocasión, en pleno Indico Norte, con mar llana y horizonte despejado y libre, vi un barco que se acercaba, igualmente por Babor; cuando ya estaba cerca y comprobando que no cambiaba su rumbo, tuve que modificar el mío y al pasar a poca distancia miré y comprobé dos cosas: era griego y…  ¡¡no había nadie en el Puente!!



Entrando en el puerto de Abidjan (Costa de Marfil) vi que en un fondeadero había tres barcos amarrados entre sí, muy herrumbrosos y con pinta de abandonados. Le pregunté al Práctico y me contestó que eran de una Compañía griega, detenidos por contrabando y abandonados allí por su Naviera.



Más impresionante fue lo que pude ver en el puerto colombiano de Barranquilla, río Magdalena arriba, cuando atraqué al muelle y vino, como es costumbre allí, un sujeto (gorra, revólver tipo "western", atado en la pernera del pantalón, etcétera) como Guardián para evitar robos a bordo. Cuando llegó el Consignatario me anunció que enviaba un Guardián; al decirle que ya tenía uno, me dijo sonriente que ese era el del Gobierno pero que él me mandaba uno para vigilar, entre otras cosas, al anterior porque parece ser que era el que robaba más; así las cosas, al presentarse el Cargador me dijo que enviaba un nuevo Guardián… para vigilar a los dos anteriores. No, no es broma. La cuestión es que, como desgraciadamente sucede en todos los puertos colombianos, el robo era algo así como el deporte nacional. Hace unos años, pude leer un libro de Antonio Gala en que se hace eco de este “deporte” y cuenta cosas increíbles de lo que vio y padeció en Colombia. Al final tuve que disponer una guardia de nuestros propios marineros recorriendo el barco en rondas toda la noche. Prácticamente en todos los barcos ocurría igual y era patente la vigilancia de las propias tripulaciones. Así las cosas, me di cuenta de que el barco que tenía por la Popa no usaba este tipo de vigilancia o, mejor dicho, no tenía ninguna. Curiosamente era griego. Al preguntarle al Consignatario, me dijo que los barcos griegos no necesitaban guardia de ningún tipo. Ante mi extrañeza, sonriente, me explicó la causa: hacía muchos años habían entrado a robar en un barco de esta nacionalidad; al sorprenderlos la tripulación en plena faena, los detuvieron a bordo, los violaron a todos (sí, mi amigo, lo que estás leyendo) y después los tiraron por la borda al río Magdalena, que al parecer está poblado de tiburones… y nunca más se supo. Así que todos los ladrones del muelle tenían muy claro que a los barcos griegos o con tripulaciones de esa nacionalidad… ¡ni tocarlos!



Como Capitán de Dique en “Astilleros de Santander”, dentro de mis obligaciones estaba el visitar en bahía a los barcos que fueran a entrar en la Factoría para que los Capitanes firmaran las “Condiciones Generales de Reparación”. En Diciembre de 1972 llegó un barco griego, el “Aegis Star”. Este barco, según nos informaron, había tenido una varada importante en la costa danesa y le esperaba una buena reparación con varias tracas de chapas de fondo averiadas y otros detalles. Con el barco fondeado en la bahía de Santander, subí a bordo. La tripulación estaba compuesta por Capitán y Oficiales griegos, subalternos de varias nacionalidades (filipinos, nigerianos, senegaleses, etcétera) y no tuve que fijarme mucho para observar que todo el barco era un desastre de abandono y suciedad. Cuando llegué al despacho del Capitán, como siempre ocurría, me invitó a café o a beber lo que quisiera. Como no tenía ganas de nada, pedí por compromiso una Coca-Cola. Cuando un Camarero la sirvió, el vaso que traía estaba sucio y daba grima verlo. Para más inri, detrás del sillón, el Capitán tenía sobre una repisa una pistola “German Luger” y un juego de esposas. Pasé por alto todo esto y le pregunté por aspectos generales de la varada que habían tenido en aguas danesas. Me contó que habían embarrancado en una playa con máquina toda avante y dentro de una niebla cerrada. Pregunté si el radar… pero me interrumpió “¿Radar? Hace años que no tenemos radar...” Pregunté entonces por la Giro, el Gonio, la Sonda, etcétera, y me dijo que tampoco tenían o que llevaban años averiados y que incluso la aguja magnética no la compensaban hacía mucho tiempo. Se firmaron los papeles y me fui asombrado de que hubiera barcos navegando en esas condiciones. Por cierto, durante el tiempo que estuvieron fondeados en la bahía, la Policía tuvo que ir a bordo dos o tres veces porque algún tripulante había herido a otro en peleas e incluso detuvieron al cocinero por haber perseguido a un marinero, cuchillo en mano. Lo que se dice una delicia. 

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